La idea de satisfacer nuestras más diversas necesidades, obliga a pensar cómo el trabajo personal podrá responder a nuestras propias expectativas y proyecciones. Algunos optarán por el trabajo independiente, otros decidirán contribuir con su esfuerzo en las labores de un equipo ya formado.
La cultura del trabajo, la disciplina y el esfuerzo por conseguir nuestros objetivos y fines en la vida, han sido estandartes de muchos emprendedores exitosos de nuestro país y constituyen una premisa de acción que no podemos excluir para el trabajo dependiente.
Sin embargo, cada día en algún lugar de nuestro país somos testigos de un fenómeno social que ha impactado en nuestra cultura y, de manera inesperada, a tenido ciertos niveles de aprobación e incluso de admiración. Es el caso del trabajo infantil.
Con regularidad podemos constatar que a diferentes horas del día, hay niños y niñas desarrollando una actividad laboral sin comprender, tal vez, las perniciosas consecuencias que implica para su normal inserción educacional y social.
Advirtiendo esta realidad y la necesidad de enfrentar desde ya la proliferación de una cultura que podría afectar negativamente el futuro de nuestras próximas generaciones, como país tenemos el deber de ejecutar acciones tendientes a erradicar toda peor forma de trabajo infantil en que niños/niñas y adolescentes menores de 18 años, aparezcan como víctimas de explotación por los adultos en actividades económicas que ocasionan daño a su desarrollo físico, psicológico y moral.
Si queremos ser partícipes de la formación correcta de nuestras futuras generaciones, necesariamente tendremos que colaborar de manera activa en la erradicación del trabajo infantil por medio de la desnaturalización del mismo, comprendiendo que dicha actividad no es señal de emprendimiento ni de progreso, sino que constituye un obstáculo a su futuro cuando la actividad realizada entorpece su normal desarrollo escolar.
Asimismo, tendremos que sentir la convicción de que la erradicación del trabajo infantil no sólo permitirá que aquellos niños y niñas que se han visto expuestos al desarrollo de un trabajo a su corta edad, puedan encauzar su futuro y tener mayores posibilidades de ser un gran aporte a la región, sino que también podremos constatar que las actividades ilícitas que rodean a los demás niños y niñas, y que por su parte crean un ambiente de inseguridad para aquéllos, irán poco a poco desapareciendo, abriendo paso a la recuperación de los espacios públicos que corresponden a los juegos, al deporte y la sana convivencia con los familiares y los amigos, que lamentablemente muchas veces queda atrás.
Este día 12 de junio se conmemora el día mundial contra el trabajo infantil y, naturalmente impregnados de la actividad deportiva del 2010, en el gobierno del Presidente Sebastián Piñera se ha impulsado, a nivel nacional, la difusión de la campaña internacional denominada “Tarjeta roja al trabajo infantil”, cuyo referente deportivo en nuestro país es el arquero y capitán de la selección chilena Claudio Bravo, quien nos invita a convertirnos en el primer país latinoamericano en erradicar el trabajo infantil.
En sintonía con el fútbol y frente a una situación que revele la existencia del trabajo infantil, sea al interior del hogar o en las calles, con la determinación propia y característica de un árbitro, digamos y pongámosle: TARJETA ROJA AL TRABAJO INFANTIL.